Hay que acercar a las comunidades el
teatro: a los niños y sus familias, pero hay que saber enamorarlos de nuestro
trabajo entregando ante todo corazón y calidad.
Hacer teatro para la infancia es una
responsabilidad, implica sembrar una duda, una magia, una emoción que el niño
recordará siempre y lo hará volver al teatro de la mano de sus padres, tíos o
abuelos; y en posteriores ocasiones será nuestro público cuando sea un adulto y
tenga hijos.
Un espectador enamorado y conmovido
siempre volverá, pues sin saber de qué está hecha la poción mágica que sacude
su interior y lo transforma, sí sabrá que desea volver al teatro para repetir
tan cósmica experiencia, una y otra vez.
Casi medio día, hace un sol radiante
con aires despoblados. Ha sido largo el camino para al fin llegar al Centro
Cultural Mexiquense Bicentenario. La razón el Festival de las almas 2012.
Teniendo como marco el Teatro-sala de
conciertos “Elisa Carrillo Cabrera” la compañía de teatro La edad del Loro nos presenta su montaje: ¡Uy, que miedo! Historias
de Vampiros y algo más.
Bajo la dramaturgia y dirección de
Verónica Albarrán ésta obra nos ofrece a lo largo de su desarrollo una clara
exposición de elementos desgastados y simplistas a propósito del teatro
infantil, principalmente de cómo no utilizarlos cuando se pretende hacer teatro
de calidad enfocado en éste género.
La obra presentada por Albarrán sólo
resulta un incipiente pretexto para éste fin, ya que su baja calidad escénica
no invita a seguirle la pista a ésta compañía ni presenciar otros montajes
realizados bajo su firma.
Siendo un montaje con escenografía
limpia y colorida, el desempeño actoral, el trabajo vocal, el movimiento
escénico corporal y el texto se quedan insignificantes.
El hecho teatral, la comunión, la
conexión cósmica y la reflexión no
suceden. El corazón del trabajo del director y actores es inexistente.
Cabe destacar que la dirección
escénica y de actores carece de solidez, riesgo y propuesta artística; de haber
tenido al menos una de éstas 3 cualidades, no se hubiera dejado al descubierto
la falta de pericia por parte de los actores, pues resultan evidentes los
limitados recursos interpretativos por parte de éstos.
Es triste tener en un espacio tan
importante para el desarrollo de la cultura de esta entidad teatro tan pobre.
En mi opinión descalifico
absolutamente utilizar el teatro y el texto para solicitar aplausos sin
argumento alguno. El aplauso decide o no otorgarlo el público, pedirlo dentro
de la obra es el equivalente a un limosnero pidiendo limosna.
Un trabajo llano, superficial, sin
sudor, sin vida.
Mariana Carbajal
Actriz
y Directora de Escena para Teatro