La música forma parte del ser humano y de la misma manera que
nuestras necesidades físicas deben de ser atendidas, nuestras necesidades
espirituales lo tienen que ser, la música atiende en muchos sentidos esa
necesidad.
En el presente de nuestro ámbito social esta necesidad ha
sido aprovechada por una industria poco escrupulosa quitándole su condición
artística para ser transformada en un producto masivo, vacío, sin emociones y
llena de toda clase de melodías repetitivas con letras que caen en la rima burda
y simple.
Los medios de comunicación masiva son cómplices de esta
atrocidad; los pocos medios independientes que se escapan de esta triste
realidad son relegados y menospreciados.
Es, en este momento critico donde los músicos deben de salir
mas allá de los lugares donde comúnmente podemos escucharlos y permitir que lo
mas jóvenes se acerquen a géneros poco difundidos pero que gozan de gran
calidad emocional e interpretativa.
Las escuelas en su calidad de lugares de aprendizaje deben
de fomentar, difundir y aprovechar este acercamiento entre músicos y
escuelas, para que sus alumnos, nuestros
alumnos, nuestros jóvenes tengan no solo la fortuna de percibir la música como
un arte, sino también puedan convivir con ellos y darse cuenta que la
creencia de que son superhumanos
(misiva creada por la industria y los medios de comunicación masiva) es
errónea.
También debemos alejarnos de la creencia de que solo la
música clásica con tendencias europeas es arte. Toda la música que busca
expresar y emocionarnos es arte. Expresiones como el jazz, blues o el son,
buscan remover nuestros sentidos, demostrarnos su capacidad de interpretación,
expresarnos la profundidad de sus sentimientos y en muchos casos iniciar un
dialogo que solo es comprendido porque quien esta en dicho concierto todo esto
alejado de la industria que tiene secuestrada a la música.
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